21 de abril de 2011

Chispum

Imaginemos algo que exista. Que exista...un río está bien. Un río subterráneo. De esos que no se conocen, a los que nunca nadie ha llegado. Ahí abajo hay calma absoluta, total oscuridad. Silencio. Pero hay corrosión, humedad. La tierra que los esconde mengua poco a poco. Y llueve otra vez. 

Un día, cae una tormenta de esas que marcan un antes y un después, una nueva época, un nuevo final comienzo. Se abre una grieta y por ahí intenta entrar y salir todos los días un pajarillo curioso. Pero la cueva no le deja estar mucho tiempo, la oscuridad le obliga a salir. Al río tampoco le hace mucha gracia que un pajarillo le robe agua o algún pececillo, si es que queda alguno a esas profundidades. 

Sale. Pero mañana volveré a entrar (se dice, muy convencido). 
Pasa el tiempo. El agua también. Queda menos tierra, menos camino que recorrer para llegar a la oscuridad. Menos tiempo en la cuenta atrás para que le de el sol.

Pero aún queda.

Sigue entrando pajarillo, tú le enseñarás la cueva al mundo.